miércoles, 21 de julio de 2010

Historias del Saneamiento y el Desarrollo de la Ciudad de Buenos Aires (Desde su fundación hasta hoy)

La Colonia


Certificado del inicio de las obras de saneamiento de la Ciudad De Bs AS



ÍNDICE:

1-Los inicios y la geografía
2-Los problemas
3-Los “Huecos”
4-Lavanderas, aguateros y aljibes
5-El río como balneario
6-Las casas de baños
7-Los primeros intentos para abastecer de agua y las epidemias
8-La gran epidemia de fiebre amarilla
9-Persecución de los inmigrantes
10-El proyecto Bateman
11-Nace OSN
12-La declinación de los servicios (1950/1993)
13-Bibliografía







1-Los inicios y la geografía



En 1516, durante la expedición de Juan Díaz de Solís se avistó por primera vez el río de la Plata, al que bautizaron Mar Dulce, 20 años mas tarde en 1536, Don Pedro de Mendoza realiza la primer fundación de Buenos Aires. Ese primer asentamiento, no tubo la mejor de las suertes, ya que el hambre, la falta de recursos, las enfermedades y los ataques de los aborígenes locales llevaron a que los españoles abandonen la primer ciudad un tiempo después. Juan de Garay llevó a cabo la segunda fundación de Buenos Aires el 11 de junio de 1580, teniendo muy presente la ordenanza española de 1523 ratificada y ampliada por Felipe II en 1572, en la cual se daban las normas para el asiento de las poblaciones en el Nuevo Mundo. “Elección de sitios sanos, no anegadizos rodeados de agua, buenos aires, y de tierra de labranza”.
¿Cómo era el lugar en donde Garay inicio la construcción de la ciudad?
Vista de la Ciudad desde el Rio 1770


Buenos Aires tiene barrancas que se avistan notoriamente, dejando una meseta con elevaciones que es donde se asienta la ciudad, al Este la barranca del Río de la Plata, Avda. Del Libertador, Leandro Alem y Paseo Colón; al Norte y al Oeste la Avda. General Paz y por el Sur la barranca del Riachuelo que en la actualidad marca las calles Directorio, Lafuente, Castañares, Curapaligüe, Cobo, Caseros, Martín García.

Dentro de la misma podemos distinguir siete elevaciones naturales: Parque Lezama, Plaza de Mayo, Plaza San Martín, la Recoleta, barrancas de Belgrano, Lomas del Cementerio de Flores y Villa Lugano.
Las barrancas fueron horadadas por los cauces de los ríos Matanza-Riachuelo y Reconquista que junto con el Rió de la Plata conforman las aguas visibles de la actual ciudad de Buenos Aires
El arroyo “Maldonado”: es el mayor de Buenos Aires, nace en San Justo, (actualmente esta entubado), recorre calles desde el partido de La Matanza y 3 de Febrero hasta la Capital Federal. Desemboca en el Rió de la Plata en el lugar del club de Pescadores.
El Arroyo “Cildañez”: Nace en Tapiales (La Matanza), está entubado, recorriendo las calles Tandil, Remedios, Ire. Rabanal en Capital Federal. Fue conocido también como “Arroyo de la sangre” por la que los mataderos vertían en sus aguas.
Arroyos “Los Terceros”: fueron arroyos formados entre relieve de meseta, meseta del sur, meseta del medio, meseta del norte.
El arroyo tercero del sur transcurría entre la meseta del mismo nombre y la del medio estaba formado por tres pequeños arroyuelos. El primero tenía origen donde hoy se cruzan las calles Lima y Cochabamba, cortaba en su trayecto las manzanas hasta llegar a Estados Unidos entre Bolívar y Defensa, donde uniéndose al segundo, que nacía algo más al oeste de Piedras y bajaba directamente por Estados Unidos, formaban un solo brazo que corría por Defensa buscando su conjunción con el tercero. Este descendía de Buen Orden por Méjico hasta Piedras, cruzaba los terrenos hasta Defensa y unidos allí los tres arroyuelos, todo ese caudal de agua descendía al río por Chile, pasando por detrás del Hospital de Belermos, hoy Casa de la Moneda.

El arroyo tercero del medio transcurría entre la meseta del mismo nombre y la del norte corría desde un poco más al sur de la actual avenida de Mayo, aproximadamente a la altura de Libertad, doblando por la de Tucumán, al sur del hoy Teatro Colón y tomando por Cerrito hasta Viamonte, llegaba por ésta hasta Suipacha. Allí se encontraba un estrecho puentecito de madera, conocido como el "puente de los suspiros". Luego el Tercero derivaba por la calle Paraguay hasta dirigirse al río, por la calle Tres Sargentos

El arroyo tercero del norte transcurría fuera del casco de la ciudad por las calles Gallo, Austria, desde la esquina de Suipacha y Córdoba, corta diagonalmente la manzana, corre por Paraguay hasta Florida, atraviesa en paralelo a la primera por los terrenos de Matorras, que le dieron nombre y sigue en línea casi recta hasta desaguar en la ribera.
Llamaban al del Sur de los "Granados" y al del Norte de "Matorras", apellidos de los propietarios cuyos terrenos cruzaban.

El agua correntosa en aquellos cauces arrastraba las basuras hacia el río en los tiempos lluviosos, pero cuando había seca los zanjones se convertían en sucios lodazales, enyerbados y de difícil tránsito. Para facilitarlo, el Cabildo y vecindario, mantenían puentes de tablones sin baranda.

La denominación de Terceros se debía según dicen a dos posturas:
Por ser los tres desagües principales.
Por llamarse terceros los encargados de recoger el diezmo y según parece arrasaban con todo, como los arroyos antes mencionados.
El entubamiento de estos arroyos y los ríos no han guardado su Furia. Están aquietados y salen en días de clima fuerte



2-Los problemas
Ya desde la primera fundación de Buenos Aires, las condiciones sanitarias eran más que deficientes. La geografía de la primitiva ciudad, distaba en mucho a lo que es actualmente. Numerosos bañados en la zona de lo que hoy es la plaza constitución, lagunas, sumados los ríos que cruzaban la primitiva ciudad.

En 1605 tuvo lugar una gran epidemia que asoló a Buenos Aires. Un contingente de tropas comandadas por Antonio Mosqueras, trajo el virus de la viruela, y lo propagó a los porteños. En contados días, sucumbieron más de 500 personas, en su mayoría mestizos e indios, hasta tal punto que la ciudad quedó desprovista de sirvientes y mano de obra. Según un cronista de la época, “las esposas e hijas de los españoles debían ir por sí mismas a buscar agua al río”.
En el año 1608 estalló una gran epidemia de viruela y "tabardillo" entre los negros, la que se propagó también entre los indios y la "gente mossa".
A medida que la población iba creciendo, periódicamente era también azotada por la viruela, la escarlatina, el sarampión, el garrotillo o difteria, el paludismo o fiebre perniciosa y la llamada "angina gangrenosa". Toda una serie de epidemias, a las que se conocía con el nombre genérico de "pestes", fiebre pútrida, tabardillo o chavalango, entre las que eran seguramente las más frecuentes, la fiebre tifoidea y el tifus exantemático. El desarrollo de las mismas se veía favorecido por la total falta de condiciones higiénicas, ausencia de medios profilácticos, promiscuidad de los enfermos infecto contagiosos, "carencia de centros organizados y muchas otras deficiencias propias de una organización incipiente y de la escasa cultura de la época (1)

Las dos grandes plagas de la ciudad eran las hormigas y los ratones: por obra de las primeras, se venían abajo las paredes de adobe, y los segundos, eran un castigo incontrolable.
Pese a todo, en 1680, al cumplirse el centenario de su fundación, Buenos Aires ya estaba habitada por unas 5.000 personas y terminó de levantar su primer edificio de ladrillo; el resto seguía siendo de adobe, madera y paja
El único modo de provisión de agua que existía entonces era por medio de los aguateros y los pozos o aljibes.

Hasta el año 1730 los edificios eran de adobe con techos cubiertos de paja. Fueron los jesuitas Primoli y Blanquí, que llegaron de Europa para construir la iglesia de San Ignacio, los que enseñaron la manera de cocer los ladrillos, comenzando así a modificarse la construcción
En 1770 había 20.000 habitantes. Las epidemias periódicas conocidas como peste diezmaban a la población. La primitiva ciudad tenía 144 manzanas, 16 cuadras de frente por 9 de fondo. Con calles mal cuidadas, llenas de pantanos que se convertían en depósitos de todo tipo de basura e inundaciones, y circundada por grandes zanjones llenos de agua estancada, llamados terceros, que se utilizaban también para contener a los malones, habituales por aquellas épocas.
Cuenta Wilde que algunos pantanos eran tan profundos que fue necesario poner centinelas para vigilar e impedir que la gente de a caballo se hundiera y ahogara (2)
En un principio cada vivienda disponía de amplios márgenes llamados por aquel entonces “huecos” que facilitaban la dispersión y escurrimiento de basuras y líquidos, pero luego al aumentar la población esos espacios fueron reducidos y de esa forma los líquidos cloacales corrían como arroyos a lo largo de las calles, El virrey Vertiz emitió varias ordenanzas, tendientes a mejorar la calidad higiénica y de salud de la primitiva ciudad, entre ellas, una ordenanza para que los negros esclavos “Cargasen el agua del rió en el limite norte de la ciudad, por estar el agua frente a las costas sucias del jabón de las lavanderas, no pudiendo aumentar el precio por ello, bajo pena de recibir 100 azotes”
En 1780, el Virrey inauguró el alumbrado público con lámparas de aceite y presentó también un plan de pavimentación, con adoquines de piedra traídos de la isla Martín García, comenzado con el tramo de lo que hoy es la calle Bolívar, entre Plaza de Mayo y Alsina, donde dice "Si las calles se hallan en el estado en que las han pintado, cuanto cieno corrompido introduciremos en nuestro cuerpo con el agua que bebemos y cuantos daños seguirán por esto a la salud”.

En otro mandato Vertiz ordenaba con respecto a la higiene de la ciudad:
_“Que cada Comisionado de Gobierno, cuide con particular celo la observancia de lo mandado tocante á la limpieza de calles, exigiendo a los contraventores la multa de cuatro pesos por cada vez que incurran en falta, entendiéndose que el dueño, ó habitante de casa, tienda ó cuarto debe tener limpia su pertenencia é incurrir en la citada pena si pasadas veinte y cuatro horas no cumple con su obligación sin que á nadie sirva de disculpa alegar que otros han arrojado basuras en su pertenencia. Las basuras se arrojarán en las zanjas del Norte y Sur (Terceros) por donde desembocan las aguas llovedizas de la ciudad, y no en otra parte; so pena por cada vez al contraventor de cuatro pesos, que si fuese esclavo se exigirá á su amo, como que estos deben zelar de que cumplan con tan importante objeto, de la limpieza, bajo la misma multa, y plazo á mas tardar de veinte y cuatro horas; Será de la obligación del dueño, ó habitante de la casa, tienda ó cuarto, dar cuenta al Comisionado de su districto de cualquier animal muerto que se encuentre en su pertenencia para que pasando el Comisionado aviso al Sargento Mayor de la Plaza, tome este providencia de mandar presidarios que lo entierren fuera de la ciudad.

_”Ninguno hará sacar la basura ni otra cosa alguna en cuero ú otra especie arrastrando" a cincha por la calle, so pena de perder el Caballo ó mula que lleve..."

_"Que por las cañerías que salen á las calles por bajo de las calzadas no se viertan aguas inmundas, por lo que perjudican á la salud pública llenando la calle de mal olor y de insectos..”.

_“Que todos los médicos y cirujanos inmediatamente que fallezca alguna persona ética, tísica, ó de cualquier enfermedad contagiosa, sean obligados bajo multa de cien pesos á dar cuenta á la justicia ordinaria para que esta tome la providencia de mandar quemar la ropa y muebles que se considere contagiada, para evitar por este medio los considerables inconvenientes que se siguen.”

En lo que respecta a los baños en el río, ya entonces regían estrictas reglas de buenas costumbres y decencia. En uno de sus mandatos puede leerse:
_“Que para extinguir la escandalosa costumbre de bañarse de día al frente de la ciudad personas de ambos sexos, será del cuidado de los Comisionados procurar evitar semejante desorden, aplicando á los contraventores las penas impuestas en el Bando promulgado anteriormente y de contado el perdimiento que les encuentre, a fin de que con el escarmiento se consiga tan pernicioso abuso. (3)

Las familias iban a la caída del sol para disfrutar la agradable brisa de la costa y sentadas en las verdes toscas de la playa, esperaban el oscurecer para entrar al baño. Los hombres, particularmente los dependientes de comercio, concurrían por la noche. En general se guardaba respeto y consideración a las señoras, alejándose de ellas espontáneamente en lo posible, aunque aquel baño, común a todos, justificaba la disposición de Vértiz. La playa tenía fácil acceso detrás del Fuerte y frente a la Alameda.
Legisló también sobre la construcción de las casas, para lo que consideró necesario la intervención de algún" inteligente" o "piloto" de la ciudad, "que fijara la altura a que deben estar los pisos", etc., de manera de evitar la formación de pantanos, etc." estableciendo una serie de medidas que están comprendidas en el "Bando de Buen Gobierno" y que se refiere al "Aseo, Limpieza y Policía”.
D. Francisco de Paula Sanz (4 y 5) fue Intendente Gobernador de la Ciudad de Buenos Aires, en las postrimerías del Virreinato de Vértiz, hombre activísimo que deseaba remover totalmente las causas que casi anualmente hacían padecer de “varias epidemias que destruyen y aniquilan la parte de su vecindario".



3-Los "Huecos"
Los "sitios baldíos" recibían el nombre de "huecos". Eran sitios aptos para dejar allí a las carretas, caballos o bueyes, también eran un lugar propicio para arrojar todo tipo de basuras. Años mas tarde, le dieron paso a la mayor parte de las actuales plazas que se encuentran en el perímetro de la ciudad de entonces. Como ejemplos entre otros, nos referiremos a tres casos:

El "Hueco de las cabecitas" que dio lugar a la actual Plaza Vicente López, y que se llamaba de aquella manera porque, estando cerca un matadero de ovinos, servía constantemente de receptáculo de las cabezas de los animales sacrificados. El matadero se encontraba aproximadamente en el perímetro formado por las actuales Pueyrredón, Las Heras, Azcuénaga, J. A. Pacheco de Melo.

El "Hueco de Lorca", que llevó el nombre del propietario de aquellos terrenos, un español muerto junto con su mujer durante las Invasiones Inglesas. Hoy plaza de los dos Congresos

El "Hueco de Doña Engracia", actual Plaza Libertad, donde una señora de ese nombre tenía establecido su rancho y una pequeña huerta



4-Lavanderas, aguateros y aljibes
Hacia 1800 uno de cada cuatro niños morían antes del año de vida y el promedio de vida mundial era de 35 años. En 1802 otra peste golpeo a la ciudad.

Hacia 1810 la ciudad de Buenos Aires tenía unas 40.000 personas. La industria del agua de los aguateros se reglamentó con edictos de la Policía, estableciéndose donde debían cargar su agua, los esclavos negros por lo general cargaban el agua en sectores del río indicados, aunque a veces lo hacían en sectores sucios o contaminados por las descargas de las sentinas de los barcos. La cuidad se proveía de agua del Río de la Plata, la costa del río estaba cargada de actividad, lavanderas, pescadores que a caballo y con redes atrapaban el pescado que luego vendían en las calles, y también los habitantes de la ciudad que aprovechaban las amplias costas para bañarse y dejar allí, los animales muertos.
La Policía también estableció donde podían ejercer sus prácticas "las lavanderas" y donde la gente gaucha podía tender sus redes para la práctica de la pesca. Para esta última se estableció en el año 1865 en el “surgidero y parage que llaman la Pesquería de Palermo, que está debajo del cañón de dicho fuerte de San Sebastián dónde por no ser muy braba la costa acuden a ella los pescadores a cavallo o a pie a pescar sin varcos...”

Las Lavanderas eran en su gran mayoría esclavas negras, que estaban todo el día en las orillas del río, en los veranos más calurosos y en los inviernos más fríos. Era común escuchar sus risas y cantos, como así también sus discusiones y hasta peleas por el lugar, ya que aprovechaban los pozos que se formaban en la arcilla del terreno, formando depresiones naturales con agua de río que servia muy bien a sus propósitos, además del lavado de la ropa, era necesario almidonarlas, especialmente las enaguas y los delantales, para cuando se recibían visitas. La ropa de uso personal y la de cama e higiene, se deterioraba bastante, por el método utilizado para lavarla, ya que los jabones usados estaban fabricados en base a lejías que debilitaban, cuando no carcomían, las fibras de los tejidos, junto con el apaleamiento complementario, que se hacía en las toscas del río, para sacar de ellas los excesos de jabón.
Un Bando dictado en 1810 por la Junta Provisional de Gobierno del Río de la Plata, prohíbe arrojar aguas servidas a los albañales



Pescadores y Lavanderas en el Río de la plata

El agua turbia del plata era recogida por los aguateros, quienes la repartían en carros para su posterior utilización y consumo. Los carros utilizados eran altos, y se introducían por la orilla del río, alejándose lo más posible de la costa, a fin de evitar la suciedad que flotaba en la orilla, llenaban con baldes el barril, y luego recorrían la ciudad, preferentemente a primera hora de la mañana, o luego del sol fuerte, por la tarde.


Carro aguatero y aljibe en conventillo

El único modo de depuración conocido consistía en sacar las basuras que el líquido traía en suspensión. El agua de río se colocaba en tinajas, allí se dejaba unas horas para que decantase la arcilla que traía en suspensión algunos le agregaban allí una pizca de alumbre para su clarificación.
Pese a todo, el agua se consideraba “buena para la digestión”.Concolorcorvo, seudónimo de El Lazari¬llo de Ciegos Caminantes, visitó Buenos Aires en 1773 e hizo una serie de observaciones entre otras materias sobre el aprovisionamiento del agua del Río de la Plata. Afirmaba que, si bien era turbia, dejándola reposar en grandes tinajones se clarificaba y era excelente. Pero a continuación criticaba a los negros aguadores que tomaban el líquido "que a la bajada del río queda entre las peñas, en donde se lava toda la ropa de la ciudad, y allí la recogen los negros por evitar la molestia de internar a la corriente del río". Le causaba tal fastidio ver "maniobra tan crasa" hecha repetida veces que "desde enton¬ces sólo bebe de la del aljibe que tiene en su ca¬sa don Domingo de Basavilbaso, con tales pre¬cauciones y aseo que puede competir con los mejores de Europa" (6)
El capitán Juan Francisco de Aguirre, también tacha a los negros aguateros de negligentes en la toma del agua e insinúa como causa su incli¬nación a mantenerse en las cercanías de las la¬vanderas.

La crítica a las lavanderas es, en cierto modo, confirmada por el relato que ha¬ce en sus Memorias Mariano Somellera, cuando fuga por el río junto con el general Paz y otros opositores al gobierno de Rosas. Entre las difi¬cultades a sortear incluye "las toscas de la ri¬bera que estaban empapadas con agua con ja¬bón hacían imposible una marcha ordena¬da así como también los numerosos pozos de lavanderas que allí habían". (7)
La gente más pobre, "las clases más bajas", especifica Woodbine Parish, están obligadas a depender de los aguadores ambulantes que a ciertas horas del día "se ven holgazanamente recorrer las calles con grandes pipas que llenan en el río, sostenidas sobre las monstruosas ruedas de las carretas del país y tiradas por una yunta de bueyes; artefacto pesado y costoso difícil de manejar que hace que el agua cueste mucho aún estando a un tiro de piedra del río más caudaloso del mundo".

Ya en el año 1813 se acentuaba la preocupación constante de las autoridades por los problemas que planteaba la provisión de agua. Muchos trabajos dieron estos aguadores a nuestras autoridades, especialmente a la policía municipal, la que siempre se ha encargado que las aguas que usan en la ciudad sean limpias y buenas. (8) La policía calcula que había 200 carros aguateros. Las protestas de la población, eran por lo general de este tono:
"No se puede conseguir que los aguadores echen agua en las casas de alto. La policía no sabe si los que habitan dichas casas deben perecer de sed con sus familias" (9)
También debió intervenir la Policía para comprobar el estado de las medidas de agua y el aguatero Paulino Andrada fue el primero en ser encarcelado por no tener completa la medida de una de sus "canecas", procedimiento que se repitió con frecuencia con otros vendedores de agua.

Otra fuente de provisión de agua para uso de la población provenía de los pozos y de los aljibes. Para el abastecimiento se recurría a los “pozos de primera napa a balde”, que extraían el agua del subsuelo, el agua era salobre y áspera
En el año 1759 se construyen los primeros aljibes de la ciudad en las casas de Domingo Basavilbaso y Manuel del Arco, utilizándose para el almacenamiento y posterior uso del agua de lluvia. Las casas que tenían aljibe recogían el agua de las azoteas, por lo general estas eran planas y se juntaban por declive hacia una rejilla que conectaba conductos de ladrillos, baldosas o cañerías de hojalata. Cuando comenzaba a llover, se dejaba escurrir el agua inicial para que limpie la terraza. Luego se movía una palanquita y el agua se conducía a veces por varios conductos hacia la cisterna del aljibe. El agua del aljibe era utilizada para beber y cocinar. En cambio, la de pozo de baja calidad, llevaba otra finalidad: el aseo de la familia y la limpieza del hogar.
El baldeo de los patios y veredas que originaban algunos trastornos vecinales y a veces policiales se practicaba con ese agua. Recordemos que no existían bocas de tormenta y la mayor parte de las calles eran de tierra o de un pésimo empedrado que tornaba harto difícil el tránsito de vehículos y personas. La autoridad pública hacia respetar con multas la prohibición de arrojar agua sucia a la calle, cosa que ocurría con bastante frecuencia a juzgar por los informes de los celadores de la policía. Esta ordenanza rigió también, tiempo después, para "los establecimientos de baños públicos".. El riesgo de estos pozos era el de su contaminación dado su proximidad con los llamados "comunes" o pozos negros, situados en los fondos, cuya única función era ir de cuerpo. Originaban graves trastornos, no sólo al propietario sino a sus vecinos. La regla general era entonces contrariamente a la imagen tan difundida de la casa colonial que la generalidad de la población no contaba con aljibe en su vivienda.
Confirma Mansilla "Pocas casas de la ciudad tenían aljibe, indicantes de alta prosapia o de gente que tenía el riñón cubierto; daban notoriedad en el barrio, prestigio; y si por la hilacha se saca la madeja, tal o cual vecino pasaba por grosero por los muchos baldes de agua fresca que pedía; y tal o cual propietario, porque sólo a ciertas horas no estaba con llave el candado de la tapa del precioso recipiente". (10) La observación de Mansilla confirma la escasez de agua potable y la dudosa pureza del líquido extraído del río.
El agua escaseaba.
Para entonces, el capitán del puerto deja la primer constancia de la creciente contaminación del riachuelo al advertir que las manchas verdes eran producto de los saladeros y curtiembres.
Siendo presidente Bernardino Rivadavia, se llevó a cabo un trabajo para proveer agua potable a la ciudad, la cual era abastecida por medio de carros, y se ensancharon algunas calles. El Barrio Sur era el centro residencial elegante.

Hacia el año 1887 en la ciudad, había 20.787 casa con pozos, y 9019 con aljibes, lo que significa cerca de 80 pozos y aljibes por manzana del casco histórico.



5-El río como balneario
El hábitat natural era el río, medio de comunicación, de alimentación, de comercio y, en fin, en aquel tiempo de avatares políticos, de fuga. Aquel cuyos únicos escollos eran las toscas y los traicioneros pozos donde se ahogó la hija del almirante Brown.
“Próximo el verano, con los primeros calores, se procedía ala bendición de las aguas y familias enteras de todas las clases se bañaban en su costa, enfrente mismo de la ciudad, sin distinción de sexo”. Así lo refiere, entre otros, mister Love, el primer cronista del Buenos Aires post revolucionario afirmando que, pese a la ausencia de casillas para cambiarse, las damas se vestían y se desvestían frente a "ojos que las miran en éxtasis". Esta costumbre ha sido criticada por "algunos extranjeros recatados", pero no precisamente por este inglés amante de las porteñas que las describe con el cabello suelto "cual un grupo de sirenas a las cuales sólo faltara el peine y el espejo para ser perfectas". (11)


El Rio Como Balneario

La costumbre que existía de bañarse en el río desde la época colonial "...se armonizaba dice Wilde con cierta creencia religiosa; Así es que las señoras esperaban para ir a los baños que llegara el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, y en que se bañaban los padres franciscanos y dominicos que bautizaban el agua".
En la época colonial y durante el primer período revolucionario, las ordenanzas policiales prohibían los baños mixtos, pero esas reglas nunca fueron respetadas. A comienzos del año 1830, la policía, ratificando un decreto anterior de enero de 1822, disponía que los hombres debían bañarse "desde la izquierda del muelle hasta la Recoleta" y las mujeres y los menores de 7 años, a la derecha del muelle hasta la Residencia. Otra ordenanza policial sancionaba: "La Policía recuerda anualmente lo que tienen que observar los bañistas en el río. Está dispuesto que todo individuo que entre al río a bañarse, deberá efectuarlo, a cualquiera hora que sea, con un trage bastante cubierto de la cintura abajo, y que los que contravinieren lo dispuesto serán conducidos al Departamento, donde pagan una multa de 50 $ m/e., o en su defecto, sufren in arresto de 48 horas, publicándose además sus nombres en los diarios" (12).
Sin embargo, Beaumont afirmaba que "los jóvenes de ambos sexos, en general se bañan nudo corpore y chapotean en el agua como otras tantas Venus de bronce con sus correspondientes cupidos". (13)
Al igual que Love, él también se detuvo a admirar "a las mujeres de la mejor clase (que) se bañan con vestidos sueltos bajo los cuales antes de entrar al agua se despojan de sus trajes de calle que dejan a cargo de una esclava". (14)



6-Las casas de baños:
Pillado, en su Guía de Forasteros del año 1863, registra sólo dos casas de baños públicos: la situada en Piedad (Bartolomé Mitre) 181 y la de baños rusos, en Belgrano 362 Existían otras, de mayor o menor categoría, estos establecimientos "pagan los impuestos municipales de segunda clase, por serenos 15 $, y 25 por alumbrado a gas. Las situadas en las calles cuyo alumbrado es de aceite, pagan 10 $ por el alumbrado de 1 ° y 4 por el de 2°".

En el "Gran Almanaque de La Tribuna" de 1868, encontramos una interesante publicidad de la casa de baños de Tomás Lassarte en la Plaza de Monserrat, calle Belgrano 264, donde descubrimos que los "baños rusos" eran a vapor y aptos, según el director del establecimiento¬ para curar radicalmente el reumatismo, las erupciones cutáneas y los resfríos.

Aunque las había para todos los gustos y presupuestos, las casas de baños porteñas tenían una clientela refinada y eran muy rentables, por lo que en la década de 1870, un renombrado fotógrafo como Christiano Junior, fanático de la higiene, había instalado uno en la calle Artes 180, (hoy Carlos Pellegrini) y otro en la calle Florida 193. (15)
En el año 1874, el Dr. Guillermo Rawson dictó una serie de conferencias sobre la higiene pública y privada en la Facultad de Medicina. Analizó exhaustivamente el problema del agua potable, de los aljibes, los pozos artesianos, los lavaderos, el agua de mar y de los ríos y su incidencia en la salud de la población, que unos años atrás se había visto enfrentada a la grave epidemia de fiebre amarilla.

Haciendo comparaciones con diversas ciudades de Europa y América, concluía que lo ideal era que cada individuo contara con un mínimo de 100 litros de agua diarios para la limpieza doméstica, los baños, el lavado, las abluciones corporales y en consecuencia, para la buena higiene. Y expresaba sobre el particular:

"Nosotros necesitamos baños públicos gratuitos o muy baratos y no los que actualmente tememos, disfrutados tan solo por los ricos. El pobre necesita aseo, necesita agua abundante, tanto mas cuanto que sus condiciones especiales lo amenazan de suciedad y de pestilencia; y el baño accesible a sus fuerzas es, a no dudarlo, uno de los más poderosos elementos para su higiene, que, en último término, es la de la comunidad". (16)

El problema de la higiene en las clases populares, se agudizó más tarde con la llegada de una inmigración que, exigua al principio, se convirtió muy pronto en masiva. Proliferan así los conventillos y en contraposición a las exclusivas salas de baño, los inmigrantes no contaban con recintos adecuados para asearse.

Un anónimo cronista que visitó uno de ellos a principios del siglo XX, cuenta que preguntó si se bañaban mucho los inquilinos, porque un solo cuarto de baño para tanta gente, no alcanzaba. El diálogo fue el siguiente:
" ¡Bah! exclamó la gruesa encargada, ninguno de estas se ha bañado una sola vez en todo el año... Ahí está la llave del cuarto, quieta siempre...(17)

Otros se bañaban por turnos en tinas de agua dentro de sus piezas y los niños y niñas pequeños, aprovechaban las piletas de los conventillos, allí donde se lavaba la ropa y los platos, para asearse y refrescarse. Y qué decir de las letrinas; no sólo no servían para bañarse, sino que tenían siempre que compartirla, con todos los habitantes de la casa.

Era habitual entonces que muchos usaran sitios, más o menos recatados, en las mismas calles, generalmente una pared para salir de sus apremiantes apuros, costumbre que venía de muy antiguo en Buenos Aires y en otras ciudades de la América española
Martínez Estrada cuenta que era común ese modo de orinar hasta bien avanzado el siglo XX. Cuando se suprimieron los mingitorios municipales, acota: "se encontraban transeúntes parados en el cordón de la acera, como si les hubiesen quitado el reparo quedándoles la costumbre y sin saber qué hacer. " Y relata una divertida anécdota sobre la "expulsión de las aguas" antes de los mingitorios, de cuya veracidad no abrimos juicio: "El más original que hemos tenido señala fue aquel sin paredes, donde el general Rosas despidió al ministro Mandeville. Se iba el ministro y el general lo acompañaba, detrás. Al volverse aquél, comprobó un acto de lo menos diplomático del protocolo sudamericano. " (18)




7-Los primeros intentos para abastecer de agua y las epidemias
En 1813 un ingeniero ingles, Santiago Bevans, es contratado para realizar las obras del puerto de Bs. As y presenta un proyecto para proveer de agua a la ciudad por medio de perforaciones, pero luego de unos años de burocracia y al desviarse el empréstito económico para la guerra con el Brasil, ambos proyectos se ven concluidos
Trabajó en Buenos Aires en los servicios de agua potable, en proyectos del puerto, muelles, canales, dragado y defensa de río, fortines de la frontera, limpieza del Riachuelo, puentes, caminos, ferrocarriles. En 1823, por primera vez, la Ciudad de Buenos Aires vio asombrada la iluminación de gas. En el mes de mayo y como parte de los festejos patrios, Bevans, contratado por Rivadavia, logró alumbrar en la Plaza de la Victoria, la Casa de Policía, dos fuentes de agua y formar con caños de fusiles la frase VIVA LA PATRIA.

Juan Larrea, patriota y financista argentino, fue el encargado de contratar, mientras residía en Europa a Carlos Enrique Pellegrini, un ingeniero nacido en Génova. En 1828 llegó a Buenos Aires cuando ya Rivadavia no estaba en el gobierno. La situación era muy crítica políticamente de modo que no pudo encarar ningún proyecto en materia de obras públicas. El Joven ingeniero propuso un proyecto de clarificar el agua del río, elevarla a un tanque y distribuirla por medio de acueductos, a tres fuentes ubicadas en la actual plaza de mayo para que se abastecieran de allí los carros aguateros, pidiendo para ello el cobro de los servicios por 15 años, luego pasaría a manos del gobierno. Su proyecto no fue aceptado


Carlos E. Pellegrini

Proyecto Pellegrini 1829

En 1845 los Sres. Blumstein y Larroche solicitaron privilegios exclusivos para lavar lanas, moler trigos y proveer a la ciudad de agua clarificada. Otro fracaso. La Primera Bomba de Incendio de la ciudad fue traída de Francia por el señor Blumstein, dueño del famoso Molino Harinero San Francisco. (Alsina y Paseo Colón) (19) La máquina fue estrenada la tarde del 28 de octubre de 1849 en el incendio de una mueblería en la Calle Perú. Blumstein y su socio Larroche, "sirvieron la bomba en persona".El fuego fue dominado en sólo tres horas cuando, según la policía, sin ella hubiera durado todo el día.

En 1853, nuevamente Carlos Pellegrini esta vez asociado con Los Sres. Blumstein y Larroche, renueva su primer proyecto, esta vez utilizando una maquina a vapor para elevar el agua. Tampoco prospero. La ciudad contaba ya con 85.000 habitantes

En 1854 Se le adjudico a la firma Bragge y Cía. Las obras para la instalación de un servicio publico para la distribución de agua. Distintos problemas obligaron a que en 1857 se rescindiera el contrato y se llamara a una licitación para proveer de agua a 40.000 personas en un radio de 150 manzanas, que no fue fructífera
En 1854 se trajeron de la isla Martín García alrededor de 20.000 toneladas de piedra para activar el empedrado de las calles, el área que debía concluirse de empedrar; comprende desde Independencia y Temple (Viamonte) hasta Salta Libertad y de ahí hacia el oeste, en forma escalonada, hasta Entre Ríos Callao, desde Alsina a Cangallo. Pese a las buenas intenciones de las autoridades municipales, el arreglo de las calles parece haber sido un proceso lento y sujeto a cambios. Pero siempre fueron la piedra y la arena los materiales únicos, insustituibles.

A la creciente necesidad de contar con agua potable para el consumo, se agrega la necesidad imprescindible del mismo insumo por parte del transporte ferroviario, una de las grandes innovaciones del momento. En agosto de 1857 fue inaugurada la primera línea férrea, el ferrocarril del Oeste y contrata a un ingeniero irlandés, John Coghlan, a quien la Municipalidad le encomienda poco después un proyecto se suministro de agua para la ciudad. Tuvo grandes problemas con el agua destinada a alimentar las calderas de sus locomotoras, ya que la de los pozos era salobre y carcomía el hierro. Así fue como sus directivos decidieron proveerse de agua del río, extendiendo una cañería desde las inmediaciones de la Recoleta hasta la estación del Parque, que se levantaba en el mismo predio en que hoy se encuentra el Teatro Colón. A propuesta de Francisco B. Madero, se dispuso aumentar el diámetro del caño inicialmente proyectado, convirtiéndose el ferrocarril durante varios años en proveedor de agua corriente de la ciudad, ya que en toda la extensión de la cañería fueron instaladas canillas, para que el público pudiera servirse.
El 1º de mayo de 1862, Coghlan presenta un proyecto para abastecer con 1.500.000 galones diarios de agua clarificada a la ciudad de Buenos Aires por medio de tres depósitos ubicados en la zona de Recoleta, los filtros, las maquinas de vapor y las cañerías de “fierro colado” sobre un área de 340 manzanas serían elegidos por la municipalidad, totalizando 55 millas de cañería, incluyendo en su abastecimiento a mercados, mataderos etc. Aclaró la necesidad de dejar en cada calle “llaves públicas” (grifos) donde conectar mangueras para lavar las casas, o para apagar incendios, y un tanque situado en lo mas alto de la ciudad con capacidad de 60.000 galones para posibles contingencias, Coghlan aseguraba una presión suficiente para que el agua llegue al tercer piso de las casas edificadas en la zona mas alta de la ciudad, a fin de brindar a la ciudad de “higiene y bienestar a la población”, como así también un “avanzado estado de civilización”.

Plano de la ciudad de Buenos Aires en 1862, con la zona en donde se proponía proveer agua clarificada

El año 1867 resulta ser un momento clave de todo este proceso. Por una parte, la Provincia de Buenos Aires (en la cual aún estaba incluida la ciudad), ante las protestas formuladas en mítines populares, para suplir el incumplimiento municipal crea la Comisión de Aguas Corrientes, dependiente del Ferrocarril Oeste y dirigida por John Coghlan

En esa década Pasteur demuestra que las epidemias no son causadas por las “emanaciones o exhalaciones” como se creía entonces, y había comprobado y publicado sus experimentos sobre esterilización y desinfección, Aparece la bacteriología con R Koch. Y gracias a estos dos grandes científicos, la humanidad toma conciencia de la forma de transmisión de las enfermedades. Debe destacarse la amplia difusión de la doctrina higienista que venía emergiendo como rama emergente de la Medicina; en especial, las modernas teorías sanitarias del contacto bacteriológico vía agua y tierra, en contraposición a la anterior teoría de las mismas
transportadas por el aire.

Desde su fundación, una gran masa de inmigrantes llegaron al país entre 1857 y 1914, periodo en el que ingresaron 3.300.000 personas. La ciudad de Buenos Aires se expandía a gran velocidad


Evolucion del crecimiento de la Ciudad de Buenos Aires

Según el Censo Nacional de 1869 realizado bajo la presidencia de Sarmiento, Buenos Aires tenía 177.787 habitantes, dentro de un total de 1.830. 214 para todo el país. La población extranjera en Buenos Aires era de 88.126 personas, frente a un total de 89.661 argentinos y fue clasificada así: italianos 44.233; españoles 14.609; franceses 14.180; uruguayos 6.177, ingleses 3.174; alemanes 2.070, suizos 1401, portugueses 798, brasileños 733, norteamericanos 611, paraguayos 606, austriacos 544, chilenos 471, belgas163, bolivianos y peruanos 151, varios 2.297. Esta población crecía en "oleadas" por el ingreso incesante de inmigrantes, sin que se dispusieran desde el punto de vista sanitario las medidas necesarias para "contenerla". La negligencia y no la ignorancia de sus deberes por parte de los funcionarios públicos, convertían a ciudades y asentamientos rurales en una "trampa mortal " para los recién llegados, que fueron de hecho las principales víctimas de esta falta de previsión y adecuación de la higiene pública
El 5 de febrero de 1867 se instala la municipalidad de Buenos Aires, y el ministro Avellaneda al felicitarla, le recomienda en términos de vivísimo interés “la necesidad de dotar de agua a la ciudad”

El 5 de abril de 1867, se desencadena en el barrio de la Boca, una epidemia de cólera traída, de acuerdo a comentarios de la época, por soldados que regresaban a la ciudad, y que eran partícipes del conflicto con Paraguay, inmediatamente se expande por los barrios pobres y abandonados de Buenos Aires. El terror se extiende por toda la ciudad, huyendo las personas, de a millares al campo bonaerense. Esta epidemia, en el primer mes, deja sin vida a 1.200 personas, atacando a un 3% de la población y dejando 8.920 victimas.., entre ellos esforzados médicos que lucharon contra el mal con entero sacrificio


Cólera

Esto obliga a que el gobierno decida encarar el proyecto del ingeniero John Coghlan y el 23 de diciembre, la Legislatura de Buenos Aires dicta la ley de mejoramiento de las condiciones higiénicas de Buenos Aires, Ley que aprovecha el gobernador Alsina y su ministro Avellaneda para enviar dos días después a Inglaterra un ingeniero que había de adquirir los materiales que se requerían para el inicio de las obras y en febrero de 1868 se inician las excavaciones para colocar cañerías, establecer los filtros etc. de modo que cuando en abril llegaron de Gran Bretaña los materiales adquiridos se inicia la construcción de la una primitiva planta de aguas corrientes filtradas.
El 20 de septiembre de 1869 se inauguran las primeras obras y se libra al servicio una longitud de cerca de 20.000 metros de cañerías conductoras de agua filtrada desde el establecimiento ubicado en la recoleta Las obras incluían un deposito de hierro de 2700 m3, y 43 mts de alto, en la plaza Lorea (Hoy plaza de los dos congresos) y surtidores públicos a lo largo de 20 Km. de cañerías
Buenos Aires se transforma así en la primera ciudad americana que inaugura servicios de distribución de agua potable. Lo cierto, es que estas obras no alcanzaban a servir ni al 8 por ciento de la población, pero al menos ya se habían iniciado las obras.
Deposito de hierro de 2700 m3, y 43 Pts de alto, en la plaza Lorea, hoy plaza de los dos congresos - Colocación de las primeras redes de agua

En 1870 aparece la fiebre amarilla, y deja 170 muertos. Vivía en la ciudad el 70% de la población del país. Federico Lacroze crea el Tramway Central, que unía la Plaza 25 de Mayo y la Plaza 11 de Septiembre -la actual Miserere- (20)
Se crea en este año la comisión de aguas corrientes, cloacas y adoquinado, independiente de la empresa ferroviaria. Se alumbra la ciudad con faroles, de gas, dejándose de utilizar los de aceite y querosén. Las calles principales son adoquinadas y comienzan a rellenarse los terceros que recorrían la ciudad.



8-La gran epidemia de fiebre amarilla
En Buenos Aires, la epidemia de fiebre amarilla comenzó oficialmente el 27 de enero de 1871 con tres casos identificados por el Consejo de Higiene Pública en San Telmo, barrio poblado por conventillos de inmigrantes, como lo testimonia la memoria de la Junta de Sanidad, "Las cifras saltaron a cinco muertes diarias entre el 2 y el 8 de febrero, entre y cinco y nueve por jornada hasta el 14 del mismo mes, y alrededor 10 hasta el veintidós. Los muertos pasaban de 20 por día desde el 23 de febrero y superaron los treinta el último día del mes. Marzo comenzó con cifras por encima de los cuarenta”
En Buenos Aires, de unos 190.000 habitantes, murieron 14.000. Se colmaron todos los hospitales, se habilitaron lazaretos provisorios, se despobló la ciudad, emigró el gobierno nacional, se decretó feriado en todos los ministerios y oficinas públicas, cerraron los bancos, las escuelas, las iglesias, los comercios. Las calles quedaron desiertas, huérfanas de gente y de vehículos. En una ciudad donde el índice normal de fallecimientos diarios no llegaba a veinte, hubo momentos en que murieron más de quinientas personas por día".
Por otra parte, la muerte o la huida de comerciantes e industriales determinó "la clausura de sus establecimientos, y en pos de ella la suspensión de todos los negocios. Los tribunales fueron cerrados, las operaciones de créditos suspendidas" y la mayor parte de los establecimientos públicos y privados sufrieron quebrantos o se arruinaron.

Mardoqueo Navarro, testigo de estos acontecimientos, que dejó a la posteridad el testimonio de su diario personal, escribía el 4 de marzo: "La población huye. La inmigración se embarca" Efectivamente los inmigrantes se amontonaban en los consulados. En el de Italia más de 5000 personas diariamente clamaban por sus vidas con pedidos de repatriación, pero no había cupos sino para una ínfima parte y aún muchos de los que lograron embarcar murieron en alta mar.
Ante la aparente parálisis del gobierno para enfrentar los acontecimientos, son los periódicos los que llaman a la acción, muchos de ellos habían advertido y debatido la posibilidad de la epidemia, ahora ante la gravedad de los sucesos y la justificable desconfianza sobre la actuación de algunos de los funcionarios "elevaban un vocerío monocorde llamando a la acción".
Uno de los primeros en llamar directamente al pueblo a través de su diario fue Héctor Florencio Várela desde las páginas de La Tribuna, rápidamente apoyado por Evaristo Carriego y la República de Manuel Bilbao. “El pueblo debía tomar en sus manos la salvación y, como en los grandes momentos del pasado, luchar denodadamente por la vida".


Óleo J M Blanes - Episodio de fiebre amarilla

De la reunión convocada por el periodismo local surgió el llamado a un mitin popular, que se realizó el trece de marzo en la Plaza de la Victoria (Plaza de Mayo) en un momento en que arreciaba la violencia de la epidemia y con ella la ola incontenible de terror.
En medio del pavor y del histerismo general tuvo lugar la asamblea popular, donde desde temprano se reunió una multitud que alcanzó a unas 8.000 personas. El programa oficial incluía entre otros puntos: confirmar el nombramiento de la Comisión Popular, pedir al Presidente de la República que impida el desembarco de inmigrantes mientras dure la epidemia, y al mismo tiempo que facilitara los fondos para el desempeño de la misión caritativa que se había impuesto. En el atrio de la Catedral y usando por tribuna una silla, quedó formalmente constituida por aclamación la Comisión Popular, cuya presidencia se confío al Dr. Roque Pérez.
Ese mismo día el Gobernador Emilio Castro cerraba la inmigración y el 18 de marzo destinaba por ley la suma de 18.000.000 de pesos para combatir la epidemia. Simultáneamente la Comisión Municipal arrendaba las dependencias del Hospital Italiano para internar a las víctimas "visto que todos los establecimientos sanitarios de Buenos Aires no bastaban para cubrir la creciente demanda de atención médica”, y también ordenaba habilitar un Lazareto que se ubicó en las manzanas de las calles 24 de noviembre, México, Caridad y Venezuela.


La Porteña, primera locomotora de su tipo en el país. Comenzó a circular en 1857 en el Ferrocarril del Oeste y fue la encargada de trasladar los cuerpos de las víctimas de la fiebre amarilla a la Chacarita.

La sociedad de beneficencia por su parte instaló un lazareto para las enfermas de "vómito negro", se instaló con 25 camas y 18 enfermas que al poco tiempo aumentaron a más de 300. Fue quemado inicialmente por los vecinos hasta los cimientos y reconstruido nuevamente, funcionaba en la quinta del doctor Leslie, situada en la calle Córdoba, Paraguay, Azcuenaga y Pueyrredón.

Las calles de Buenos Aires, estaban llenas de niños desamparados, que habían perdido sus padres, pidiendo limosna, hallándose librados a su propia suerte. El Dr. Guillermo Rawson expresaba:” Yo he presenciado, por razón de mi profesión, lo que ha sucedido en la epidemia pasada... Yo recuerdo... La soledad que se hacía en torno de los enfermos. Yo he visto abandonado el hijo por el padre, he visto a la esposa abandonar al esposo, he visto al hermano moribundo abandonado por el hermano” (21)
Según el doctor Penna, en lo que hoy es el apacible Parque Ameghino, habrían sido sepultadas nada menos que 11.000 personas. Ese cementerio, llamado entonces “del sud” fue cerrado por abarrotamiento de cadáveres. Del resto, algunos fueron llevados a Recoleta y los demás tuvieron el discutible honor de inaugurar Chacarita.
Las estadísticas sobre las víctimas de la gran epidemia de fiebre amarilla en términos generales fue el siguiente:
Argentinos: 3.397; Italianos 6.201; Españoles 1608; Franceses 1384; Ingleses 220; Alemanes 233; varios 571.
Es decir 9.646 extranjeros, 3.397 argentinos, sin discriminar inmigrantes del interior, y 571 sin identificar.
Un aviso decía: "Para pobres y ricos" terrenos en Floresta "a los que nunca llegarán ni el cólera ni la fiebre amarilla" (diario "La Nación" 4 de marzo de 1871).



9-Persecución de los inmigrantes
Así como aumentaban las víctimas, los miembros de la Comisión Popular recorrían los barrios como ángeles vengadores, como un segundo azote, echando a la calle a todos los habitantes de los inmuebles donde aparecía el terrible mal. "A veces eran acompañados por miembros de la Comisión de Higiene y siempre por un piquete policial con orden de actuar cuando surgieran dificultades. Fueron los conventillos los que padecieron este tipo peculiar de requisa. Los pobres inmigrantes allí hacinados, recién llegados al país y medio muertos de miedo por el espanto que los rodeaba, recibían la visita de la nutrida comitiva, con la que apenas podían entenderse las más de las veces por desconocer el idioma y recibían orden perentoria de abandonar el inmueble. Los desdichados inmigrantes, desarraigados, perdidos en medio de la locura en que se hallaban sumergidos, contemplaban entre desolados y temerosos a esos señores que les impartían ordenes incomprensibles".


Conventillo

"Recién comenzaban a entenderse cuando a empujones los echaban a la calle, muchas veces -casi siempre- sin dejarles recoger sus pertenencias. Es natural que se resistieran, que gritaran su desvalimiento, que intentaran salvar lo poco que tenían. Pero todo cuanto había en la casa estaba condenado. Policías y comisionados recogían las míseras camas, los tristes muebles, los pobres enseres e incluso la ropa de los inquilinos, los apilaban en el patio y encendían una estupenda hoguera, verdadero auto de fe".
"El conventillo era encalado, desinfectado, cerrado. Los comisionados y la policía se iban y quedaban los inmigrantes en la calle librados a su suerte".
Como la mayoría de los inmigrantes eran italianos hubo verdadera saña contra ellos.
Una prueba de psicosis colectiva anti-italiana la ofrece el historiador norteamericano Alison William Bunkley, al decir:
"Se culpó de la epidemia a los inmigrantes italianos. Se los expulso de sus empleos. Recorrían las calles sin trabajo, ni hogar; algunos incluso murieron en el pavimento, donde sus cadáveres quedaban con frecuencia sin recoger durante horas. Había un gran pedido de pasajes para Europa. La Compañía Genovesa vendió 5.200 en quince días".



10-El proyecto Bateman
Como consecuencia de la fiebre amarilla se decidió no solamente ampliar las instalaciones de agua, sino encarar los desagües cloacales Las familias mas acaudaladas se trasladaron de la zona sur de Buenos Aires a la zona norte, mientras que los inmigrantes fueron ocupando las antiguas casas coloniales, y fueron modificando de manera notable la traza urbana. Finalmente el gobierno de Sarmiento le otorga el proyecto Coghlan con modificaciones al ingeniero inglés j. f. de la Trobe Bateman. Este proyecto, conocido ahora como “radio antiguo” debía abastecer a una población de 300.000 habitantes, con 180 litros/día de agua potable, ya no por surtidores públicos, sino por conexiones domiciliarias, debería tener un establecimiento con capacidad de producir 5400 m3 día y obras de desagüe que recogieran las aguas de lluvia y cloaca.


En 1872 se aprueba el proyecto y un año más tarde se inician las obras. Ese año, se prohíbe en Buenos Aires el sistema de “Agua va!”, famosa frase que se decía al arrojar por las ventanas el contenido de las bacinillas cargadas de orines y matera fecal, con multas que iban desde 200 pesos a 500. Cuando la fiebre amarilla atacaba en Buenos Aires, la ciudad gestaba su nuevo ritmo musical que la representaría: el tango. En 1867 el actor Germán Mac Kay, pintado de negro, canta El negro schicoba, música de José María Palazuelos, considerado un antecedente del futuro tango.
El primer viaje de un tranvía de caballos a Belgrano ocurrió el 28 de diciembre de 1873. Una verdadera multitud esperaba en el pueblo la llegada de semejante adelanto, inspirado por los sueños del concesionario, Don Mariano Billinghurst.
Los coches salían simultáneamente de la Plaza de la Victoria y de la Estación del Bajo. El primer tranvía partía a las cinco y media y, con intervalos de diez minutos, continuaban partiendo y llegando hasta las diez y media de la noche. dejó de circular en noviembre de 1915, constituyéndose en el último tranvía de caballos que circuló por Buenos Aires
El Establecimiento Recoleta se inaugura el 15 de mayo de 1874, (22) se coloca la piedra fundamental; y se concluye en 1905.
1874: Planta en construcción 1880 Fachada principal de la planta terminada


La torre toma de la planta recoleta se construye en 1876, era un cilindro de 3m de diámetro interior, ubicado por sobre 2.60 m del nivel máximo de crecidas, y dentro de la toma se cavó un pozo a más de 10 m bajo el lecho del río. En 1878 se decide verter las aguas servidas al Río de la Plata (en contraposición a la otra alternativa en discusión, consistente en su uso para riego forestal) y es así que se construye y habilita en 1889, el sifón que cruza el Riachuelo rumbo a la Planta Elevadora de Pago Chico (Wilde) para su posterior vuelco en la zona de Berazategui.

.En 1871 se empezó a ensayar el afirmado de granito, "cortado en panes grandes", y en vista del buen resultado se implantó desde entonces en lugar del antiguo empedrado "de bola".En 1880, el afirmado no había llegado más allá del perímetro formado por las calles México, Tucumán, Callao y Entre Ríos. Y no mucho se debió haber avanzado en los años posteriores, porque Latzina en su "Geografía de la República Argentina" dejó asentado refiriéndose a 1888: "El empedrado es, en general, pésimo. Los inverosímiles pozos imprimen a los rodados tales barquinazos, que los conductores son despedidos de sus asientos, como fardos inertes, sucediendo entonces generalmente que la víctima cae bajo las ruedas de su propio carro, coche, o lo que sea, para quedar muerto o estropeado." (23)
El cambio urbanístico comenzó antes de que Torcuato de Alvear se hiciera cargo de la Intendencia. Pero así y todo, le reconocemos su imponderable aporte.
Bucich Escobar, en un encendido elogio de su obra, habla del plan de pavimentación que llevó a cabo”: Durante su gobierno, las cuadrillas de obreros trabajaban constantemente hacia todos los rumbos de la Ciudad empeñadas en una mejora tan importante. Transformó casi todas las avenidas del municipio, rectificando sus líneas, pavimentándolas y dotándolas de arbolado. En esa forma se convirtieron en verdaderas arterias de la vida urbana las avenidas Alvear, Callao, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba, Corrientes, Rivadavia, Independencia, Caseros, San Juan, Paseo de julio, Paseo Colón, Belgrano, Las Heras, Almirante Brown, etc."

En 1880 la población llego a 330.000 habitantes
El 4 de enero de 1881 es instalado el Primer teléfono en Buenos Aires. En 1882 se instala la primera central eléctrica y en el mismo año se inaugura el primer frigorífico del país, y se iniciaron la construcción de la casa de gobierno y el congreso. En 1884 se electrificaron las líneas de los tranvías.
José Ceppi, (1853 – 1939) bajo se seudónimo de Aníbal Latino, fue periodista del diario La Nación y escribió en su libro "Cuadros Sud Americanos":
"Al sud de Buenos Aires, a seis o siete kilómetros del centro de. la ciudad, a lo largo de la orilla de un pequeño río, canalizado en cierta extensión y que se llama Riachuelo, extiéndese La Boca, un barrio o mejor dicho un suburbio de vastísima población. Está separado de la ciudad sólo por una extensa faja de terreno poblada por algunas casas esparcidas: la comunicación es cómoda, fácil, rápida, continua por tranway y por ferrocarril; y, sin embargo, tiene un carácter tan diferente, tan especial, que parece estar a cincuenta millas de distancia. Muchos, hasta en Buenos Aires, hablan de La Boca como si hablasen de otra ciudad, no de un barrio que está a dos pasos de la gran plaza Victoria.
"El contraste procede de la diferente arquitectura de las casas, y más todavía de la naturaleza, del carácter y de las costumbres de los habitantes. Las casas son casi todas de madera, de un solo piso, construidas sobre estacas, como en Amsterdan, entre otras razones porque La Boca se encuentra en un terreno algunos metros más bajo que el resto de la ciudad, dos o tres solamente sobre el nivel de las aguas del Plata, y el desborde del Riachuelo la ha inundado varias veces y tal vez la habría destruido en parte sin aquella especial construcción de las casas.

"Además, los habitantes, en número de más de veinte mil con los de los pueblos contiguos a Barracas, son casi todos italianos, predominando entre ellos los genoveses, lo que no es extraño si se tiene en cuenta que La Boca es ahora el barrio marinero, el verdadero puerto de Buenos Aires". (24)

En 1886 se inicia la construcción del puerto de Buenos Aires bajo la dirección del ingeniero Madero.
En el Primer Censo Municipal de Buenos Aires, realizado en 1887, el total de casas de todo el municipio (incluidos Flores y Belgrano) era de 33.804, lo que significó un sensible aumento sobre las registradas en 1869; es decir que había comenzado lo que se denominó "la fiebre de la construcción".
En 1887 se inicia la construcción de un gran depósito abastecedor de agua, ubicado en la calle Córdoba (en el limite de la ciudad) y se concluye en 1894


Palacio de las Aguas Corrientes en su inauguración


Una obra que está realizada por una empresa inglesa, cuyo arquitecto proyectista en Londres es un noruego, y el arquitecto que ejecuta las obras en Buenos Aires es un sueco, la estructura de hierro es belga. Los tanques de agua que eran 12 en total, tenían una capacidad de 72.700.000 m3 de agua, y eran la gran reserva de abastecimiento de la ciudad, se decidió colocar un gran enmascaramiento, unas grandes fachadas, que permitiera convertir estos tanques funcionales en el edificio del palacio de las aguas. Los ladrillos realizados en San Isidro, fabricados por obras sanitarias en ese momento, todo el recubrimiento del edificio de la fábrica Dulton de Inglaterra y que fueron traídas como un rompecabezas, numeradas cada una de ellas, y montada aquí con un promedio de 400 operarios a diario entre 1886 v 1894. Es uno de los edificios que más se identifica con los porteños, y uno de los que más llama la atención. Lo cierto es que el edificio era entonces tanques de agua, que en su planta baja se había pensado hacer un natatorio originalmente, después se hizo una fábrica de baldosas y ha sido ocupando con distintos elementos.
Las obras más representativas de esa época fueron la planta recoleta, el depósito de la calle Córdoba y la primera cloaca máxima., se rellenaron y eliminaron definitivamente los terceros
En 1889 comienzan los trabajos de apertura de la actual avenida de Mayo y en el mismo año se habilita la línea telefónica bajo el Río de la Plata que unió Buenos Aires con Montevideo siendo éste el primer cable telefónico tendido bajo el agua del mundo.
La población servida con abastecimiento domiciliario de agua aumenta rápidamente, pasando de un 27% en 1891 a un 61% en 1900 y a un 72,5% en 1905. Si bien el aumento porcentual era importante y el proyecto de Bateman ya se había cumplimentado en su casi totalidad, había quedaba estrecho
En 1894 se inaugura la Avenida de Mayo y en noviembre se habilita el servicio público de aguas corrientes. En 1896 se produce la Primera exhibición cinematográfica, y un año mas tarde, en 1897 se pone en funcionamiento el primer tranvía eléctrico.
En 1898 se funda el Jardín Botánico bajo la dirección del urbanista Carlos Thays.
En 1903 circulan en la ciudad los primeros taxímetros, al año siguiente se realiza la primera transmisión de radio. En 1904 circulan los primeros ómnibus realizando por la Av. de Mayo.
En 1906 se decide encarar un proyecto para construir una nueva planta potabilizadora que abastezca de agua a 6 millones de habitantes, comprendidos en el radio antiguo y el radio nuevo de la capital federal, fue aprobado en 1908, pero recién hacia 1912 se acelera su construcción

Construccion de la planta potabilizadora San martín


1908 se inaugura el Teatro Colón. El presidente Irigoyen inaugura en la Costanera Sur un nuevo balneario.
En 1910 se inician las obras correspondientes al proyecto formulado dos años antes por el Ingeniero Agustín González, para ampliar el servicio de agua potable a toda la extensión de la ciudad, estimando una prestación de 300 litros/día por habitante y una población de 6 millones de personas (cifra que cuadruplicaba el millón y medio que arrojaría el Censo de 1914).
Tanto el proyecto como las obras incluyeron la prestación de servicios de desagües cloacales independientes de los pluviales a partir de la una Segunda Cloaca Máxima, así como la instalación de la Planta Depuradora de Palermo, de cuatro ríos subterráneos y de los grandes depósitos de Caballito, inaugurado en 1915, con 12 grandes tanques de 6.000 m3 cada uno y Villa Devoto, inaugurado en 1917, también con 12 tanques de 6.000m3 cada uno, para complementar al depósito de la Avenida Córdoba que entraba en funcionamiento en ese entonces.
Depósito Caballito en su inauguración, año 1915



11-Nace OSN
Las obras cobran impulso a partir de 1912, cuando la Comisión de Salubridad -presidida por el Ingeniero González- pasa a ser la empresa estatal Obras Sanitarias de la Nación (OSN)
La población servida pasa de ser 1.7 millones de habitantes (con una dotación de 300 litros/día) en 1922, a ser 2.25 millones de habitantes en 1935 (con una dotación de 400 litros/día), cubriendo prácticamente a toda la población capitalina.
Ello se logra con el paulatino incremento de la capacidad de producción de la Planta de Palermo, la que en 1928 recibe todas las operaciones básicas que se venían desarrollando en el establecimiento de Recoleta y en 1935 todas las restantes actividades complementarias (talleres, fabrica de coagulantes, etc.) que aún se desarrollaban allí.
En 1913 comienza a circular Primera línea de Subtes que une Plaza de Mayo con Plaza Once. La planta San Martín produce 500.000 m3 de agua por día.
En la década del 20 se dejan de utilizar los tanques del 1º piso del edificio Córdoba. En octubre de 1928 cesa en sus funciones la Planta Recoleta.
De 1912 a 1950 es el mayor crecimiento de OSN

Planta San Martín en 1927


A partir de 1943 OSN va incorporando los servicios de agua, municipales o prestados por empresas privadas. Esta expansión metropolitana de OSN se incrementa a partir de 1949 (promulgada la Ley que estableció el Estatuto de OSN) dado que los municipios son invitados formalmente a acogerse a dicha Ley, lo cual es aceptado paulatinamente por casi todos, con excepción de Quilmes (que en ese entonces incluía a Berazategui)
En 1948 se inicia la construcción de la estación elevadora Paitoví, y se inaugura en 1957, con 6 tanques de 12.000 m3 cada uno, una estación elevadora en la planta baja, el agua llega a los tanques mediante un conducto de hormigón armado de 3.80 mts. De diámetro, y a 40 mts de profundidad.




12-La declinación de los servicios (1950/1993)
El Estado comienza a desprenderse de las funciones asumidas como garante de las condiciones de higiene urbana. Se reduce la realización de obras básicas de producción, se congelan los perímetros servidos y se promueve el racionamiento del consumo.
En la década de los años 60, frente al continuo deterioro del cuadro tarifario, se pone en marcha un nuevo marco normativo para eliminar la responsabilidad monopólica de OSN, estableciendo que los grandes sistemas serían atendidos por la Nación y que la explotación del servicio quedaría en manos de las provincias, municipios y cooperativas
En 1967 se la convierte en ente autárquico, en 1973 en una empresa pública y en 1976 en una empresa privada del Estado.
En 1975 se estima que la cobertura del servicio de abastecimiento de agua ya había descendido, del amplio 94% de 1947, a un 55-60%, y que los servicios de desagües cloacales sólo alcanzaban a un 30-35% de la población.
La Ley 23.696 de 1989 instaura la “Reforma del Estado”, la que establece la posibilidad de privatización o concesión de numerosas empresas y sociedades estatales; entre ellas, las proveedoras de servicios y, expresamente, Obras Sanitarias de la Nación.




13-BIBLIOGRAFÍA.
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2. WILDE, JOSÉ A: Buenos Aires desde 70 años atrás.
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4. YOUNG, C. A. Dr.: El saneamiento domiciliario en la época del Virreinato. Boletín OSN Nº 37 (1940) 12.
5. FIDEL LÖPEZ VICENTE, Dr.: En su historia de la República Argentina se ha ocupado de este personaje, juzgándolo muy severamente.
6. “Historias de la Ciudad – Una Revista de Buenos Aires” (Nº 17, Septiembre de 2002)
7. “Historias de la Ciudad – Una Revista de Buenos Aires” (Nº 17, Septiembre de 2002)
8. "El Censor" julio 18 de 1818.
9. "La Gaceta Mercantil" febrero 8 de 1827.
10. “Historias de la Ciudad – Una Revista de Buenos Aires” (Nº 17, Septiembre de 2002)
11 “Historias de la Ciudad – Una Revista de Buenos Aires” (Nº 17, Septiembre de 2002)
12. PILLADO, Antonio, Diccionario de Buenos Aires o sea Guía de Forasteros. Buenos Aires. Imprenta del Porvenir, 1864.
13. “Historias de la Ciudad – Una Revista de Buenos Aires” (Nº 17, Septiembre de 2002)
14. “Historias de la Ciudad – Una Revista de Buenos Aires” (Nº 17, Septiembre de 2002)
15. ALEXANDER, A. y PRIAMO, L., Un país en transi¬ción. Fotografías de Buenos Aires, Cuyo y el Noroeste. Christiano junior. 1867 1883. Buenos Aires, 2002
16. MAGLIONI, C., Conferencias sobre Higiene Pública dictadas en la Facultad de Medicina de Buenos Aires por el Dr. D. Guillermo Rawson. Donnamette y Hattu, París, 1876
17 “Historias de la Ciudad – Una Revista de Buenos Aires” (Nº 18, Diciembre de 2002)
18. MARTINEZ ESTRADA, E., La cabeza de Goliat. Buenos Aires, Emecé, 1946.
19. Molino San Francisco de Juan Blumeinstein y Augusto La Roche, situado en la calle Balcarce. Trelles R. A. de "Breve historia del desarrollo de la Ingeniería Sanitaria en nuestro país". La Ingeniería (1970).
20. “Historias de la Ciudad – Una Revista de Buenos Aires” (Nº 12, Noviembre de 2001),
21. Alfaro G. “Rawson Ministro de Mitre” Buenos Aires, imprenta Coni s/f p. 140
22. El Establecimiento Recoleta se inaugura el 15 de mayo de 1874 Bol. O.S.N. (1937) I pág. 14. Vela Huergo, Julio Ing.
23. . LATZINA, Francisco, Geografía de la República Argentina.
24 “Historias de la Ciudad – Una Revista de Buenos Aires” (N° 20, Abril de 2003),